Ethel Riquelme.

Con bolsa de palomitas y montón de líquido para tragar, tendrá que seguirse de cerca la batalla entre la lideresa de Morena, Yeidckol Polevnsky, y el hasta ayer coordinador de asesores de ese partido en la Cámara de Senadores, Alejandro Rojas, quien anunció su renuncia para recorrer el país en busca de la base y con miras a la renovación de la dirigencia nacional.

Lo que se ve es que la confrontación está de manera inevitable en el ADN de Morena, en su conformación poligenética y las nacientes escisiones que lo definirán en el futuro.

Es el episodio de una jugada sorpresiva que pone al senador Ricardo Monreal y su grupo en el terreno y los tiempos correctos, ahora sí, para competir por el partido que este año, según las encuestas, sumará las gubernaturas de Baja California y Puebla.

Sin duda, el tamaño de las palomitas del presidente Andrés Manuel López Obrador deberán ser jumbo, de refill y en paquete, para observar la batalla campal ya declarada dentro de su partido, desde la elección de candidato al gobierno de Puebla y sobre la cual el mandatario ha preferido no intervenir y “batear, cariñosamente”.

Comprensible desde el punto de vista de un proceso de autodestrucción muy conveniente para llegar al 2021 con los sobrevivientes de un rasero natural, de una “coladera” indispensable para orientar al partido hacia una definición estructural y un modelo de país, sin la masa informe y multifacética que hoy conforma su cúpula.

Por lo pronto, Yeidckol Polevnsky ha caído en la provocación de un nivel que no le corresponde y con las mismas agresiones de las que se manifiesta ofendida. Ha cedido reactivamente al probado knowhow del senador suplente y operador de Ricardo Monreal quien a su paso por tres partidos antes de Morena, ha encabezado movimientos de corte democrático que han sacudido y separado.

Lo ha mandado mediante una denuncia “de oficio” ante la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia por supuestas transgresiones a documentos básicos del partido, dotando a Rojas de armas para exhibirla como autoritaria, intolerante a las críticas, censuradora, de corte stalinista, etc. Por eso él exige un proceso abierto, ante la opinión pública, los medios de comunicación y los integrantes del partido.

Y su argumento es simple: “He decidió renunciar a la comodidad de mi puesto en el Senado de la República para ir en defensa de mis convicciones, mis principios y mis ideales, que creo comparte la inmensa mayoría de quienes conformamos Morena”. Así el anunció.

La lideresa de Morena que busca ser electa en la presidencia dado que actualmente es Secretaria General, con seguridad reaccionará al anuncio de una clarísima campaña del equipo Monrealista a reunir adeptos, particularmente entre los muy lastimados afiliados e integrantes que han sido desplazados de candidaturas y posiciones sin consideración a su trabajo partidista y electoral.

Tres elementos de fondo se desprenden del intercambio de acusaciones y señalamientos entre una dirigente que ha dejado resultados electorales y un líder senatorial que ha cumplido sobradamente con los deseos del presidente.

Primero, la decisión del líder máximo y creador de Morena, Andrés Manuel López Obrador, a permitir la pelea a varios rounds por el partido, mientras él no pierde el poder del movimiento social que, con un dedo, puede inclinar hacia cualquiera de los lados. Como sus consultas.

Dos, que Rojas Díaz Durán con toda seguridad, será sancionado con expulsión del partido mediante un proceso encabezado por un extranjero, Héctor Díaz Polaco, y que además de servirle para unificar las voces de protesta que surgen en todos los rincones del país, puede extender su vigencia hasta dos años en procedimientos internos y recursos de apelación ante los órganos electorales, lo que dará tiempo y material para llegar a las intermedias de 2021 en apoyo de su grupo.

Y tres, que éste es el principio de una oportunidad que la oposición bien podría aprovechar. Si sus propias luchas intestinas los dejan verla. Al tiempo.