Pese a que hoy se cumplen tres años de la tragedia que enluteció a decenas de familias en Tlahuelilpan, luego de que una toma clandestina estallara y cobrara la vida de 137 personas, la herida aún no puede cerrarse. Sólo hubo 13 sobrevivientes.
En el campo de alfalfa de la comunidad de San Primitivo, donde explotó la toma clandestina el 18 de enero de 2019, luce un camino de tierra seca que contrasta con el verdor de las tierras cultivadas; a los costados se levantaron capillas y cruces para no olvidar a los 137 fallecidos.
Al fondo, la bandera tricolor que se ondeó por dos años en el lugar desapareció; sin embargo, el dolor de la tragedia sigue en carne viva, los lugareños recuerdan como si fuera ayer los gritos de las víctimas envueltas en llamas suplicando por ayuda, y otras revolcándose en el campo tratando de apagar el fuego de sus cuerpos.
Ya no están las tres grandes cruces que el 16 de febrero de 2019 colocaron integrantes de la congregación religiosa Grupo Alianza de las Cruces, cerca del punto donde brotó el chorro de hidrocarburo que congregó a la muchedumbre deseosa de combustible.
Ayer, previo a cumplir el tercer año de la tragedia, familiares de las víctimas acudieron a dar mantenimiento al recuerdo de sus fallecidos. La mañana de hoy se oficiará una misa en su memoria.
Poco o nada ha cambiado en Tlahuelilpan y Tlaxcoapan desde la tragedia. Ambos municipios concentran el mayor número de las 137 víctimas fallecidas.
Incluso, el huachicoleo continúa, pese a la presencia de la Guardia Nacional y del Ejército, reconoció el alcalde de Tlaxcoapan, Jaime Pérez Suárez.
«La presencia de la Guardia Nacional y de la Sedena sí limita un poco más a que se dé el robo de hidrocarburo, pero aun así ha sido insuficiente”.
A los deudos de las víctimas les cala el olvido, señaló Lucia Hernández Reyes, representante de las víctimas.
La mujer recordó que se prometió apoyos, como becas, para los familiares de las víctimas, seguimiento a la atención médica de los sobrevivientes, apoyos productivos y generación de empleos para la reconstrucción del tejido social destruido por el huachicol, hasta la construcción de un memorial en la zona cero.
«Sin embargo, hoy no tenemos siquiera certeza de que el terreno haya sido adquirido”, dijo.
“Nunca lo voy a superar»
A sus 18 años, Alan Josette tiene la meta de estudiar ingeniería en mecánica automotriz.
Para ello, desde hace un año, inició un negocio: adquiere motocicletas para restaurarlas y revenderlas.
Con este esquema, acaba de ahorrar para comprar su primer automóvil: un Nissan Platina, color rojo.
Además, en el último año le nació el gusto por la pintura. En su natal Teltipan, del municipio de Tlaxcoapan, junto a su mamá y hermana, ayudó a pintar las flores y el árbol de un mural que se plasmó en un callejón del centro de su localidad. Junto a la pintura, luce su firma.
«El mural me manifiesta tranquilidad, paz”, dice.
Alan es uno de los 13 sobrevivientes de la explosión del 18 de enero de 2019 en San Primitivo, comunidad ubicada en los límites entre Tlahuelilpan y Tlaxcoapan. Tenía 15 años cuando esto ocurrió.
Con el apoyo de la fundación Michou Mau y una sicóloga, en los últimos meses dejó el encierro en que se sumergió por poco más de dos años.
Cubierto completamente su rostro con un vendaje, ahora sale a caminar por su comunidad, cuidando no exponerse de más al sol. “Trato de hacer mi vida normal.
De lo ocurrido hace tres años, afirmó “recordar todo”, pero no abunda mucho; sin embargo, sintetiza “yo creo nunca lo voy a superar, aprenderé a vivir con eso, pero siempre estaré recordando”.
Fuente: excelsior

