En un esfuerzo por preservar y revitalizar el conocimiento ancestral de las comunidades indígenas, la investigadora Laura White Olascoaga, de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx), ha emprendido un estudio profundo sobre la alimentación de los grupos otomíes y matlatzincas en el Estado de México. Su investigación arroja luz sobre la rica tradición culinaria que ha sido parte integral de estas comunidades desde tiempos inmemoriales.

Desde la época prehispánica, la alimentación de estas comunidades se ha fundamentado en lo que se conoce como la «triada mesoamericana»: maíz, calabaza y frijol. Sin embargo, este patrimonio alimentario va más allá, abarcando la recolección de diversos alimentos silvestres y la caza de animales como peces, ranas y armadillos para complementar su dieta diaria.

La llegada de los colonizadores españoles a México introdujo nuevos alimentos como el trigo y las habas, así como la crianza de animales como vacas y cerdos. Estos elementos se integraron gradualmente en la gastronomía mexicana, pero lamentablemente, muchos alimentos tradicionales han sido relegados al olvido, representando una pérdida invaluable de conocimiento generacional.

Laura White se sumergió en el municipio de Malinalco, donde se acercó a los ancianos de la comunidad, quienes compartieron sus recuerdos y saberes sobre prácticas alimentarias que ya no se transmiten a las generaciones más jóvenes. Esta pérdida cultural se atribuye a diversos factores, como la pérdida y contaminación del hábitat natural de los alimentos, así como a la discriminación social que rodea a estos productos, considerados a menudo como baratos o indígenas.

La investigadora identificó una serie de alimentos que han caído en desuso, algunos de los cuales son catalogados como peligrosos o tóxicos para la salud en la actualidad. Entre estos se encuentran las malvas y agallas de los encinos, e incluso la mariposa monarca, que, a pesar de su toxicidad, era consumida por estas comunidades tras un proceso de preparación especial.

Con el objetivo de rescatar esta rica tradición gastronómica, Laura White se ha centrado en registrar y promover el consumo de alimentos como acociles, gusanos de agave, larvas e incluso la mariposa del tepozán, una especie endémica del Estado de México. Además, ha documentado prácticas de recolección de hongos, quelites, flor de calabaza y agallas, entre otros.

Su trabajo no solo tiene un impacto en la preservación de la cultura indígena, sino que también destaca la importancia de la participación femenina en el ámbito científico. White alienta a las futuras mujeres universitarias a seguir preparándose en sus respectivas áreas de estudio, subrayando que la ciencia demanda una diversidad de perspectivas y opiniones.

El trabajo de Laura White Olascoaga representa un esfuerzo loable por rescatar y promover el conocimiento tradicional de las comunidades indígenas del Estado de México. Su investigación no solo contribuye a la preservación de la identidad cultural, sino que también abre un diálogo sobre la importancia de valorar y respetar la diversidad gastronómica de nuestro país.