Arturo Zárate Vite

La Constitución en su artículo 89 dice que es facultad del presidente “nombrar y remover libremente a los secretarios de Estado…”

En su artículo 41 señala que “la ley determinará las formas y modalidades que correspondan para observar el principio de paridad de género en los nombramientos de las personas titulares de las secretarías de despacho del Poder Ejecutivo Federal y sus equivalentes en las entidades federativas”.

De acuerdo con el artículo 36 de la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, corresponde a las autoridades “fomentar la participación paritaria de mujeres y hombres en altos cargos públicos”.

Y el diccionario de la Real Academia Española define paridad como “igualdad de las cosas entre sí”.

En este contexto jurídico, el gabinete presidencial estaría integrado por mitad de mujeres y mitad de varones, aunque no necesariamente equivale a las o los mejores para integrar el equipo.

Mitad y mitad porque así lo marca la ley, criterio que a muchos no convence del todo porque ante la realidad que enfrenta el país, la sociedad esperaría que el gabinete se formara con las y los mejores.

Según el diccionario citado, mejor es:

1.Superior a otra cosa y que la excede en una cualidad natural o moral.

2.Preferible o más conveniente.

Mejores podría ser mayoría mujeres o mayoría hombres, nada más que como el criterio constitucional obliga a la paridad, entonces no habría de otra que mitad y mitad en el gabinete.

Se tendrá que escoger a los más capaces de los dos géneros, tarea complicada, nada fácil.

¿Se acuerdan que Vicente Fox contrató a empresas cazadoras de talentos (head-hunters)?

Quiso asegurarse de que llegaran a su equipo los y las mejores.

Ya todos sabemos lo que sucedió, su compromiso de acabar con la corrupción, con las alimañas, víboras prietas y tepocatas, se fue al bote de la basura. No logró poner punto final a las irregularidades administrativas ni tampoco atrapó o metió a la cárcel a nadie de cuello blanco.

Desperdició el bono electoral que le dio la sociedad en los comicios del 2000. Terminó por doblar las manos ante vicios y defectos del pasado. No supo aprovechar las ventajas del precio del petróleo, aprendió a convivir con los priístas que decía aborrecer y abrió las puertas a la actuación de la delincuencia organizada, a tal grado que su relevo, Felipe Calderón, creyó que decretando la guerra acabaría con el mal, sin ir a las causas del problema.

No es sencillo integrar un equipo de primera para gobernar, porque a diferencia de lo que sucede en el deporte donde los jugadores hacen lo que ordena el entrenador y si no lo hacen se van a la banca o son echados de la organización, en la política, en la administración, en un sistema democrático, quien está al frente debe saber escuchar para tomar decisiones, escuchar a los suyos y a los que tienen distintas opiniones.

Todo en beneficio de la colectividad, del país.

Lo peor, como a veces ocurre en México y en otras partes del mundo, es comportarse como autócrata, sojuzgar a los subordinados e ignorar al resto de la población.

Por lo pronto, el capítulo que sigue es la integración del gabinete con paridad de género.

Es de esperarse que se elijan a los y las mejores.

Hay esperanza cuando quien va a seleccionar conoce a la militancia y a simpatizantes con cualidades para servir con eficiencia al pueblo.

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