El turismo rural en México ha encontrado en las comunidades indígenas un pilar fundamental para su desarrollo sostenible. Un ejemplo de ello es el trabajo de las hongueras tlahuicas-pjiekakjoo en el municipio de Ocuilan, Estado de México, quienes han convertido su conocimiento ancestral sobre los hongos silvestres en una experiencia micoturística enriquecedora.
Desde hace cuatro años, la académica e investigadora del Centro Universitario Tenancingo de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx), Andrea Edurne Jiménez Ruiz, ha brindado asesoría y talleres a este grupo de mujeres con el propósito de fortalecer su proyecto turístico. A través de su acompañamiento, las hongueras han aprendido a mejorar la recepción de los visitantes, estructurar mejor sus servicios y ampliar las actividades que ofrecen, además de establecer un reglamento para garantizar la conservación del entorno natural.
Los recorridos micoturísticos organizados por las hongueras se llevan a cabo entre los meses de julio y septiembre, dependiendo de la temporada de lluvias. Durante estos meses, cientos de turistas llegan a Ocuilan para participar en caminatas guiadas por el bosque, en grupos de aproximadamente 15 personas. Durante tres o cuatro horas, los visitantes tienen la oportunidad de recolectar hongos comestibles mientras las hongueras les explican las características de cada especie, sus nombres científicos y comunes, su traducción al idioma tlahuica y sus usos en la gastronomía tradicional.
Al finalizar la caminata, los turistas colaboran con las hongueras en la preparación de diversos platillos con los hongos recolectados, promoviendo así la convivencia y el intercambio cultural. La experiencia no solo es un atractivo para los visitantes, sino que también fortalece la transmisión de conocimientos tradicionales que han sido heredados de generación en generación dentro de la comunidad tlahuica.
El proyecto de las hongueras tlahuicas-pjiekakjoo no solo ha logrado consolidarse como una oferta turística atractiva, sino que también ha establecido vínculos con instancias públicas, instituciones académicas y organizaciones de la sociedad civil. Lo más importante, según destaca Andrea Edurne Jiménez Ruiz, es que el proyecto ha surgido desde la comunidad y es gestionado por la misma, lo que garantiza su continuidad y sustentabilidad.
Para la investigadora, el turismo no debe limitarse a ser una actividad de desplazamiento y consumo, sino que debe asumirse con responsabilidad. «El turismo impacta el entorno de manera positiva o negativa, así que hay que ser sumamente cuidadosos como turistas y como aquellos que planificamos los proyectos», enfatiza Jiménez Ruiz. La planificación adecuada y el respeto por el entorno natural y cultural son claves para garantizar que experiencias como el micoturismo en Ocuilan sigan prosperando sin afectar los recursos de la comunidad.
El turismo rural basado en el conocimiento tradicional, como el desarrollado por las hongueras tlahuicas-pjiekakjoo, no solo beneficia a las comunidades locales mediante la generación de ingresos, sino que también fomenta la educación ambiental y la conservación de los ecosistemas. Al involucrar a los visitantes en actividades como la recolección y preparación de hongos, se promueve una mayor conciencia sobre la biodiversidad y la importancia de proteger los bosques.

