Por José Antonio Chávez

La inseguridad ha sido el tema que más le pega a los mexicanos y obviamente incomoda a los gobiernos en turno.

Desde el 2018 que tomó las riendas del país, López Obrador, no perdió tiempo en echar la culpa a los sexenios pasados, tanto del PRI como del PAN.

En sus primeros tres años, su discurso fue culpar a los priistas y panistas de la situación que se vivía en el país. Con mayor rudeza lo hacía contra el ex Presidente Felipe Calderón que había desatado una carnicera o guerra contra el narcotráfico sin resultados positivos.

Hablaba y hablaba en sus conferencias mañaneras de esa culpa y que por ello en su gobierno implementó la estrategia de abrazos y no balazos.

En el último año de su gobierno, la inseguridad había avanzado a números estratosféricos que superaban en un 50 por ciento las cifras a los sexenios pasados. Se escudaba que el tenía otros datos.

Las denuncias de los opositores del PRI, Alejandro Moreno “Alito” y Marko Cortés del PAN, sobre la insostenible inseguridad y criticar su estrategia fallida de abrazos y no balazos, llevó a una persecución política.

Al priista lo querían meter a la cárcel, pero no había como sostener las acusaciones, pues simplemente eran pruebas prefabricadas de los queda bien. Pasó lo mismo con el panista y hoy coordinador de los senadores, Ricardo Anaya, que se tuvo que desterrar al extranjero ante el temor de ser llevado a prisión con ese mismo método.

Hoy la inseguridad está que arde, difícilmente las familias mexicanas quieren viajar por carretera porque están intestadas del crimen organizado, el temor es mayúsculo ante los secuestros de jóvenes que obligan a formar parte de sus filas.

Sin embargo, en esta nueva administración, la Presidenta Claudia Sheinbaum insiste que la inseguridad ha disminuido aunque la realidad es que el propio INEGI la desmiente.

Para nadie es secreto que les ha generado una incomodidad las declaraciones que la oposición les hace sobre la inseguridad, por ejemplo, el líder del PRI, Alito, todos los días, les tiza en su carra las cifras de homicidios.

Ayer, por ejemplo, ofreció que, durante los gobiernos de la 4T, al cierre del 23 de abril, de este año, suman 215 mil 578 homicidios, una cifra histórica. Y eso les duele, más, incluso cuando les restrega en la cara, que México necesita un gobierno con carácter.

Acompañado por la frase que les recetó el Presidente Donald Trump que son un narco-gobierno.

Bueno, ayer el propio coordinador de los diputados del PRI, Rubén Moreira desmintió que esté disminuyendo la inseguridad, acusó que Morena está maquillando las cifras y citó ejemplos de cómo estamos en México.

De entrada, que el INEGI a través de su filial que utiliza para levantar los datos, Encuesta Nacional de Seguridad Urbana, registró que 6 de cada 10 ciudadanos se sienten inseguros en su ciudad.

“Basta con observar la situación que prevalece en estados como Puebla e Hidalgo, donde los robos carreteros son constantes, para entender la situación actual del país”.

Y las ciudades con mayor percepción de inseguridad son Villahermosa, Culiacán, Uruapan, Irapuato y Chimalhuacán, además de entidades como Tlaxcala, Manzanillo, Cuautitlán, Oaxaca, Ciudad de México y Campeche en donde se ha disparado esta problemática.

Quien no recuerda que el último priista que gobernó Campeche, Alejandro Moreno, tenía una percepción de inseguridad del 30 por ciento, ahora con Layda Sansores, actual gobernadora está en 60 por ciento.

Campeche y Yucatán los mexicanos presumían, antes del 2018 como los estados más seguros del país, incluso la blanca Mérida, capital yucateca, la ciudad más segura de México.

Hoy perdieron esa posición, Campeche está que arde, mientras que Mérida, en Yucatán, se defiende, pero perdió lo puntero, Tabasco, se convirtió con Javier May en el estado más inseguro del país. Los tres son gobernados por Morena.