La migración no es una anomalía ni una excepción: es una constante histórica que refleja profundas desigualdades estructurales y, al mismo tiempo, la persistente búsqueda de condiciones de vida más dignas. Así lo afirmó la profesora e investigadora Norma Baca Tavira, del Instituto de Ciencias Agropecuarias y Rurales (ICAR) de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx), quien subrayó la necesidad de comprender este fenómeno como una realidad inherente a todas las sociedades.

Desde una perspectiva crítica y amplia, Baca Tavira expuso que la migración abarca múltiples formas de desplazamiento humano: emigración, inmigración, tránsito, retorno y refugio. Cada una de estas formas, explicó, responde a causas diversas, como la pobreza, la desigualdad, la violencia, la reunificación familiar, el acceso a la educación, la búsqueda de empleo y, cada vez más, las consecuencias del cambio climático.

“La movilidad humana ha sido parte inherente de la historia de los asentamientos y un rasgo característico de todas las sociedades”, señaló la investigadora. Agregó que este fenómeno socioespacial ha estado presente en todas las etapas del desarrollo humano y, por ello, forma parte de las agendas internacionales y de las políticas públicas a nivel global.

En México, la migración interna —protegida por la Constitución— es sumamente activa. La libre circulación permite a las personas moverse entre entidades y municipios, lo que ha generado intensas migraciones interestatales, intermunicipales e incluso intermetropolitanas. Este fenómeno ha moldeado el crecimiento urbano, los mercados laborales y la configuración de las regiones económicas.

No obstante, la migración internacional enfrenta barreras legales impuestas por los países receptores, que regulan el ingreso a través de visas, permisos y otros requisitos. Esta situación genera una profunda diferenciación entre quienes migran con documentos y quienes lo hacen en condición irregular.

Sobre este punto, Baca Tavira alertó sobre los riesgos que enfrentan las personas migrantes indocumentadas, quienes se ven expuestas a múltiples formas de violencia y vulnerabilidad. “Durante el trayecto y en el lugar de destino, muchas personas sufren abusos por parte de autoridades, extorsión de grupos criminales, discriminación y xenofobia. Su situación las convierte en blanco de violencias físicas y simbólicas, con graves consecuencias emocionales y sociales”, advirtió.

La relación migratoria entre México y Estados Unidos —calificada por la especialista como la más significativa del mundo— continúa siendo eje central de este fenómeno. Actualmente, más de 12 millones de mexicanos residen en el país vecino del norte. De ellos, cuatro millones viven sin documentos, mientras que ocho millones tienen estatus legal. A esta cifra se suman aproximadamente 40 millones de personas de origen mexicano, lo que conforma una de las diásporas más grandes del planeta, con gran influencia económica, política y cultural.

En el caso del Estado de México, Baca Tavira señaló que la entidad, con más de 17 millones de habitantes, ha sido históricamente receptora de migrantes provenientes de estados cercanos, lo que ha contribuido a su densidad demográfica y diversidad cultural. Al mismo tiempo, es una de las principales entidades expulsoras de población hacia Estados Unidos y Canadá, debido a la falta de oportunidades laborales locales.

Finalmente, la investigadora del ICAR-UAEMéx hizo un llamado a repensar la migración no solo como un problema, sino como parte fundamental de nuestra historia y nuestra identidad nacional. “Todas y todos estamos vinculados de alguna manera con este fenómeno. Migrar o tener familiares que migran es parte de nuestra realidad. Es indispensable informarnos y sensibilizarnos, dejar de verlo con estigmas y reconocerlo como un proceso que también enriquece nuestras comunidades”, concluyó.