Washington D. C.– La decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de lanzar ataques contra tres plantas nucleares en Irán marcó este jueves un punto de inflexión en el escenario geopolítico global. Tras meses de tensión regional, el mandatario estadounidense optó por involucrarse directamente en el conflicto, pese a sus declaraciones previas como un líder que evitaría nuevas guerras.
La operación, ejecutada sin consultar al Congreso y en coordinación únicamente con su círculo más cercano, fue justificada por la Casa Blanca como una acción “preventiva ante una amenaza inminente”. Sin embargo, el giro en el discurso oficial —al pasar de afirmar que Irán estaba lejos de desarrollar una bomba nuclear a señalar que estaba “a semanas”— ha generado controversia tanto interna como internacional.
Voceros del Partido Republicano reconocen que la acción busca contener la amenaza nuclear iraní, mientras que aliados como Alemania han expresado que “Israel está haciendo el trabajo sucio por todos”, en referencia a los ataques previos realizados por Tel Aviv. Trump, al parecer, no quiso quedarse fuera del protagonismo geoestratégico.
La expectativa ahora se centra en la reacción de Teherán. Estados Unidos teme represalias contra sus bases en Medio Oriente, así como posibles atentados en embajadas occidentales o sinagogas fuera de la región. También se advierte sobre posibles ataques en el Estrecho de Ormuz, una vía crítica para el transporte global de petróleo.
En paralelo, existe preocupación por las consecuencias económicas de este nuevo frente bélico. La subida de los precios del crudo y la fragilidad económica interna podrían incrementar el descontento ciudadano. Incluso dentro del movimiento conservador MAGA —base de apoyo de Trump— han surgido voces que consideran esta acción una traición a los principios de “Estados Unidos Primero”.
Analistas temen que el conflicto detone una espiral de inestabilidad en Irán e incluso un escenario de guerra civil, similar al vivido en Irak tras la caída de Saddam Hussein.
El golpe militar, que busca neutralizar las capacidades nucleares iraníes, podría tener costos políticos y económicos inesperados para el mandatario estadounidense, que enfrenta bajos niveles de aprobación y una creciente división al interior de su partido.

