El régimen de Morena enfrentó nuevas acusaciones de autoritarismo luego de que elementos de seguridad pública fueran enviados contra trabajadores del IMSS Bienestar que protestaban por la falta de pago, insumos básicos y condiciones dignas para atender a la población. Alejandro Moreno calificó el episodio como una traición a quienes lo han dado todo por la salud de México.

Este miércoles, personal médico y administrativo del programa IMSS Bienestar se movilizó para exigir el cumplimiento de compromisos laborales, incluyendo pagos atrasados y provisión de medicamentos. La convocatoria se dio tras la ausencia de funcionarios que, paradójicamente, habían sido quienes agendaron la mesa de negociación. El descontento escaló y, en lugar de diálogo, la respuesta oficial fue la presencia de granaderos que disolvieron la protesta con agresiones físicas y amenazas.

La escena desató una oleada de indignación en redes sociales, donde voces médicas, activistas y líderes políticos compararon el trato recibido con los elogios públicos que estos trabajadores recibieron durante la pandemia. En ese entonces, eran exaltados como “héroes de bata blanca”, apareciendo en espectaculares, campañas oficiales y discursos presidenciales.

Alejandro Moreno, líder del PRI, condenó los hechos con una declaración directa:

“El narcorégimen de Morena volvió a mostrar su verdadero rostro […] Hoy los humillan, los ignoran y los atacan por exigir lo justo.”

Moreno denunció que el episodio evidencia una política de simulación y abuso contra quienes sostienen el sistema de salud con jornadas extensas, precariedad estructural y vocación de servicio. Afirmó que no se puede permitir “tanta indolencia ni tanto abuso” en un país que aún arrastra las secuelas sanitarias de la pandemia.

La protesta, ahora viralizada, se suma a otros casos recientes donde trabajadores de la salud, del magisterio y de programas sociales han denunciado incumplimientos, recortes y represión. Analistas advierten que el “modelo de bienestar” impulsado por el régimen está mostrando fisuras profundas, no sólo en lo financiero sino en lo ético.

La pregunta que recorre el país: ¿cómo se pasó del aplauso a los garrotazos?