Con 25 votos a favor de Morena y sus aliados, y apenas 9 en contra del PAN y PRI, la Comisión Permanente del Congreso de la Unión ratificó en fast track el nombramiento de Genaro Lozano Valencia como embajador de México en Italia. El nombramiento, lejos de representar una apuesta diplomática seria, confirma lo que muchos temían: en la era de la 4T, el servilismo mediático y la lealtad incondicional pesan más que la preparación, la trayectoria o la ética pública.
Genaro Lozano, conocido por su papel como conductor de televisión y comentarista político afín al oficialismo, no cuenta con formación diplomática, experiencia consular ni estudios especializados en relaciones internacionales. Su perfil, más cercano al espectáculo que al servicio exterior, ha sido duramente cuestionado por voces de la oposición, académicos y exembajadores que ven en su designación una burla a la carrera diplomática y una afrenta a la institucionalidad.
La ratificación exprés, sin debate profundo ni revisión técnica, exhibe una lógica de premiación política que se ha vuelto costumbre en el actual sexenio: quien aplaude sin matices, quien defiende sin cuestionar, quien se arrastra sin pudor, recibe embajadas, consulados o cargos estratégicos. No importa si se trata de un periodista sin credenciales diplomáticas, un exgobernador con cuentas pendientes o un operador electoral reciclado: el mérito ha sido sustituido por la obediencia.
La embajada en Italia, históricamente ocupada por diplomáticos de carrera, ahora será encabezada por un personaje cuya principal credencial es haber defendido al régimen desde el micrófono. Y aunque el oficialismo celebra el nombramiento como “pluralidad” y “reconocimiento al pensamiento progresista”, lo cierto es que se trata de una imposición que desdibuja los límites entre propaganda y política exterior.
En redes sociales, el nombramiento ha generado una oleada de críticas. “¿Qué sigue? ¿Influencers en la ONU?”, escribió un exfuncionario de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Otros recordaron que mientras embajadores de carrera enfrentan recortes, despidos y marginación, los espacios diplomáticos se reparten como premios de consolación entre los fieles del régimen.
Genaro Lozano no ha emitido declaraciones sobre su plan de trabajo en Italia, ni ha respondido a los cuestionamientos sobre su falta de experiencia. Pero en tiempos donde la diplomacia se convierte en botín político, el silencio también es parte del guion.

