Ciudad de México, 23 de agosto de 2025. La actriz Erika Buenfil fue víctima de un robo en el estacionamiento de Plaza Mítikah, uno de los centros comerciales más modernos de la capital. El caso, viralizado en redes sociales, expuso no solo la vulnerabilidad de los usuarios, sino también la inacción del personal de seguridad privada y la sofisticación del crimen urbano.
El robo ocurrió el 21 de agosto, cuando Buenfil, su hijo Nicolás y su sobrino Alejandro acudieron a cenar a un restaurante japonés dentro de la plaza. Dejaron sus computadoras en el vehículo, estacionado cerca de una puerta principal. Al regresar, los equipos habían desaparecido. Lo alarmante: no hubo cristalazo, ni puertas forzadas. La camioneta estaba intacta. El robo fue quirúrgico.
La actriz denunció que el personal de seguridad de Mítikah no ofreció apoyo alguno. “Se pasaban la pelota de un lado a otro”, declaró. Su hijo, al intentar rastrear la computadora enlazada a su teléfono, detectó que aún estaba en la plaza. Pero mientras los guardias hacían preguntas sin sentido, los ladrones escapaban.
La Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) actuó tras la denuncia pública. Con análisis de cámaras de videovigilancia, identificaron un vehículo gris con placas del Estado de México. El 23 de agosto, fue localizado en Canal de Río Churubusco, colonia Xoco. En la revisión, se halló una computadora envuelta en papel aluminio —táctica para bloquear GPS—, audífonos, herramientas de robo y celulares. Fueron detenidos dos hombres: uno de 46 años, de nacionalidad colombiana, y otro de 28 años, ambos con antecedentes por robos similares.
El caso revela un patrón: delincuentes especializados en abrir vehículos sin violencia, operando en estacionamientos de centros comerciales. Pero también exhibe la fragilidad de la seguridad privada, que en plazas como Mítikah presume tecnología, pero niega apoyo a víctimas.
Erika Buenfil lo resumió con crudeza: “Ya no se siente seguro en ninguna parte”. Y tiene razón. El robo no fue solo a una actriz: fue al relato de modernidad que estas plazas venden. Un relato que se desmorona cuando el crimen entra sin romper vidrios y sale sin que nadie lo detenga.

