Ciudad de México. La primera semana de septiembre, México recibirá la visita oficial del secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, en un momento clave para la relación bilateral. La visita, confirmada por el Departamento de Estado y reconocida por la presidenta Claudia Sheinbaum, busca formalizar un nuevo acuerdo de seguridad entre ambas naciones.
Rubio, el primer latino en ocupar el cargo de jefe de la diplomacia estadounidense, aterriza en territorio mexicano con una agenda marcada por tres ejes: combate al narcotráfico, control migratorio y contención de la influencia china en América Latina. La gira también incluye Ecuador, donde se espera que el funcionario refuerce alianzas estratégicas con gobiernos afines a Washington.
Desde Palacio Nacional, Sheinbaum ha señalado que el acuerdo se construye sobre cuatro pilares: respeto a la soberanía, confianza mutua, colaboración y defensa del territorio. Sin embargo, la visita ocurre en medio de tensiones comerciales y presiones fronterizas, luego de que el presidente Donald Trump anunciara nuevos aranceles al fentanilo, automóviles y metales mexicanos.
Rubio llega como emisario de una política exterior más agresiva, que busca reposicionar a Estados Unidos en la región frente al avance de China y los flujos migratorios desbordados. En sus declaraciones previas, ha reconocido los esfuerzos de México en materia de seguridad, pero también ha exigido resultados concretos en el control de drogas y migración.
La delegación mexicana, encabezada por los secretarios de Seguridad, Relaciones Exteriores y Economía, afina los últimos detalles del acuerdo, que podría redefinir el marco de cooperación bilateral en los próximos años.
La visita de Rubio no es sólo diplomática: es un mensaje. Un recordatorio de que la frontera sur de Estados Unidos sigue siendo un tablero geopolítico donde México debe negociar con firmeza, sin ceder soberanía ni narrativa.

