Por CCO Noticias / Adrián Ojeda Castilla – En Toluca, más de cien especialistas se reunieron para desmontar las estructuras del poder político desde los feminismos. El Congreso Mujeres y Poder, organizado por el Instituto Electoral del Estado de México (IEEM) y respaldado por instituciones académicas y defensoras de derechos humanos, concluyó con 23 mesas de trabajo que no sólo visibilizaron la violencia política de género, sino que confrontaron las omisiones institucionales que la perpetúan.
Desde la violencia mediática en campañas locales hasta los vacíos judiciales que permiten el despojo simbólico de las mujeres en espacios de decisión, las mesas abordaron temas que el poder tradicional prefiere ignorar. La Consejera Presidenta del IEEM, Amalia Pulido Gómez, moderó una mesa que expuso cómo los medios locales en Querétaro invisibilizan a las candidatas, mientras en Chiapas se documentan agresiones que el sistema electoral apenas reconoce.
En otra mesa, se revisó el siglo de lucha por el voto femenino en México. Las ponentes coincidieron: los logros existen, pero la igualdad sustantiva sigue secuestrada por presupuestos raquíticos, simulaciones institucionales y estructuras que toleran la exclusión. La paridad, dijeron, no basta si no se acompaña de voluntad política y justicia presupuestaria.
La historia del feminismo en América Latina fue abordada con mirada transnacional. Chile, Cuba, México: tres geografías, una constante —la resistencia de las mujeres frente a sistemas que las marginan incluso cuando luchan por transformarlos. En paralelo, se discutió el poder desde espacios no tradicionales, donde mujeres indígenas, activistas locales y académicas construyen formas alternativas de gobernanza que el Estado aún no reconoce.
El Poder Judicial no escapó a la crítica. Se exigió incorporar el enfoque interseccional en la Ley de Acceso a una Vida Libre de Violencia en el Estado de México, y se denunció que la reforma judicial mexiquense sigue sin integrar la perspectiva feminista como eje rector.
La clausura, con el conversatorio de La Mesa Roja, fue un cierre simbólico: mujeres analistas que no sólo interpretan el poder, sino que lo confrontan desde la palabra, la memoria y la denuncia. Diana Fuentes, Teresa Rodríguez de la Vega, Ingrid Urgüelles, Daniela Pastrana y Gabriela Arévalo pusieron sobre la mesa los retos históricos que enfrentan las mujeres en un país donde el poder aún se escribe en masculino.
El Congreso no fue un evento: fue un acto de resistencia. Y en cada mesa, cada voz, cada dato, se tejió una narrativa que exige al Estado dejar de simular y empezar a transformar. Porque el poder, cuando se feminiza, no sólo se humaniza: se democratiza.

