En un mensaje publicado desde Washington D.C., el senador y presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, lanzó una advertencia de alto calibre: “No vamos a permitir jamás que en México se instaure una narcodictadura terrorista y comunista”.

La declaración, emitida en el marco de reuniones bilaterales con actores clave del gobierno estadounidense, instala una narrativa de resistencia institucional ante lo que considera una amenaza directa al orden democrático del país.

Moreno Cárdenas aseguró que su presencia en la capital estadounidense responde a una agenda de seguridad hemisférica y fortalecimiento de la relación bilateral. “Estamos echados para adelante defendiendo lo que de verdad importa”, escribió, subrayando que México debe seguir siendo una Nación de Instituciones, con Democracia, Derechos Humanos y respeto a la Constitución.

El mensaje no sólo busca posicionar al PRI como actor internacional en defensa del modelo republicano, sino que también tensiona el discurso político nacional al vincular el riesgo de captura institucional con elementos de terrorismo, narcotráfico y comunismo.

La frase “narcodictadura terrorista y comunista” no es menor: condensa una acusación ideológica que apunta a la deriva autoritaria y a la infiltración criminal en estructuras de poder.

En medio de una coyuntura marcada por la polarización, la violencia y la fragilidad institucional, el posicionamiento de Moreno Cárdenas busca proyectar al PRI como contrapeso hemisférico, capaz de articular alianzas internacionales para blindar la democracia mexicana. El mensaje también funciona como advertencia interna: “No nos van a doblar”, parece decir, desde el corazón político de Estados Unidos.

La narrativa que emerge no es sólo de defensa, sino de confrontación. El senador no habla de matices ni de reformas graduales: habla de impedir, de resistir, de blindar. Y lo hace desde fuera del país, como si la batalla por la institucionalidad mexicana ya se estuviera librando en terreno internacional.