La conservación del medio ambiente se ha convertido en un reto global que exige acciones locales, alineadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) promovidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En este contexto, la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx) refuerza su compromiso con la sostenibilidad a través del Proyecto Escuela Verde y Sustentable, una iniciativa coordinada por el Departamento del mismo nombre en la Facultad de Ciencias de la Conducta (FaCiCo).

De acuerdo con Artemio Sánchez Cabrera, jefe del Departamento, este proyecto busca integrar el respeto por la naturaleza con la vida académica cotidiana. Su visión abarca desde el cuidado de la biodiversidad y el reciclaje, hasta el uso eficiente del agua, la transición hacia energías limpias y la promoción de la salud mental como un componente esencial de la sostenibilidad.

Uno de los ejes centrales es el Programa de Biodiversidad, mediante el cual se impulsa la plantación, mantenimiento y reposición de especies vegetales en las áreas verdes universitarias. Esta labor se complementa con la creación de huertos y la elaboración de composta a partir de residuos orgánicos generados en la institución. Tan solo en abril, la comunidad universitaria logró cosechar acelgas, brócoli, col, cebolla, betabeles, lechugas, hierbas aromáticas y espinacas, productos que evidencian el impacto tangible de este esfuerzo.

A estas iniciativas se suman los huertos frutales y los jardines polinizadores, diseñados para proteger a especies clave como las abejas, indispensables para la preservación de los ecosistemas. Además, la universidad ha desarrollado un sistema de captación de agua pluvial, reutilizado en sanitarios, junto con la instalación de mingitorios secos, con el fin de reducir de manera significativa el consumo del vital líquido.

En materia de residuos, el proyecto promueve campañas de recolección de PET, electrónicos y medicamentos caducos, reforzando la cultura del reciclaje y la correcta disposición de desechos peligrosos. Paralelamente, se modernizan los sistemas de iluminación en los espacios universitarios mediante la sustitución de focos contaminantes por luces LED y el aprovechamiento de energía solar.

Sin embargo, más allá de los resultados ambientales, uno de los espacios con mayor significado emocional es el Jardín de la Vida y la Esperanza, creado en colaboración con el Centro de Estudios y Servicios Psicológicos Integrales (CESPI). Este lugar reúne plantas donadas por familias que han perdido a un ser querido por suicidio, y se ha convertido en un entorno de memoria, reflexión y acompañamiento emocional.

Cada semestre, el proyecto abre sus puertas a nuevos brigadistas ambientales, quienes no solo participan en las actividades de conservación, sino que también refuerzan su sentido de pertenencia universitaria. Una de ellas es Rebeca Dahmar Santos León, estudiante de séptimo semestre de la Licenciatura en Psicología en la FaCiCo, quien destacó que esta experiencia le ha permitido comprender la diversidad de especies que habitan en los espacios universitarios y, al mismo tiempo, reflexionar sobre la relación entre medio ambiente y salud mental.

“Es interesante ver la cantidad de especies diferentes de plantas y árboles que deben cuidarse. Pero, como estudiante de Psicología, también puedo decir que contribuir a la conservación del medio ambiente ayuda a nuestra salud mental”, afirmó.

Santos León subrayó que las brigadas también funcionan como espacios de aprendizaje colectivo, donde el estudiantado intercambia experiencias y fortalece lazos comunitarios. “Cuidar el ambiente es cuidar de nosotros mismos. La universidad es un espacio de formación, pero también debe ser un ejemplo de compromiso con el planeta”, concluyó.