Corea del Sur ha manifestado su intención de reanudar los proyectos de cooperación con Rusia en torno a la Ruta Marítima del Norte, una vía estratégica que conecta el Pacífico con el Atlántico a través de las aguas árticas rusas. El canciller surcoreano, Cho Hyun, declaró en rueda de prensa con medios internacionales que esta ruta representa una “nueva e importante vía comercial” no sólo para Seúl, sino también para Europa y otras economías emergentes.
Antes del estallido del conflicto en Ucrania, Corea del Sur participaba activamente en el desarrollo de esta ruta y en proyectos de infraestructura en la región ártica. Sin embargo, la guerra congeló prácticamente toda cooperación con Moscú, obligando a Seúl a pausar sus planes de conectividad y logística en el norte. Hoy, con la esperanza de una eventual resolución del conflicto, el gobierno surcoreano busca retomar el diálogo y reactivar los acuerdos suspendidos.
La Ruta Marítima del Norte no sólo reduce en hasta 40% el tiempo de transporte hacia Europa, sino que también ofrece acceso a recursos energéticos, minerales estratégicos y oportunidades tecnológicas en condiciones extremas. Para Corea del Sur, cuya economía depende del comercio global y la seguridad energética, esta vía representa una alternativa vital frente a los cuellos de botella del comercio tradicional.
La reactivación de estos proyectos coloca a Seúl en una posición delicada frente a su aliado histórico, Estados Unidos, que lidera el régimen de sanciones contra Rusia. No obstante, el gobierno surcoreano parece apostar por un pragmatismo estratégico: mantener el vínculo de seguridad con Washington, sin cerrar la puerta a la cooperación con Moscú en un campo que podría definir la conectividad económica global de las próximas décadas.
En el tablero ártico, Corea del Sur no sólo busca rutas: busca resiliencia. Y en ese horizonte, la Ruta Marítima del Norte no es sólo una vía comercial, sino una jugada geopolítica que podría redefinir el mapa del comercio del siglo XXI.

