El volcán Kilauea, uno de los más activos del planeta, volvió a entrar en erupción la madrugada del 19 de septiembre, generando fuentes de lava que superaron los 150 metros de altura y una columna volcánica que alcanzó los 3,000 metros sobre el nivel del suelo, según el Observatorio de Volcanes de Hawái (HVO) del Servicio Geológico de Estados Unidos.
La actividad se mantiene confinada dentro del cráter Halemaʻumaʻu, en el Parque Nacional de los Volcanes de Hawái, sin afectar los aeropuertos comerciales de la isla. Las autoridades han elevado la alerta volcánica al nivel de vigilancia con código naranja para la aviación, mientras los vientos dispersan las emisiones hacia el suroeste del parque.
La erupción, identificada como el episodio número 33 desde diciembre de 2024, comenzó con salpicaduras esporádicas de lava y flujos menores que se intensificaron hasta formar espectaculares fuentes incandescentes. Las imágenes difundidas por medios internacionales y redes sociales muestran el poder majestuoso del Kilauea, con ríos de lava iluminando el paisaje nocturno y columnas de ceniza elevándose sobre el cráter.
Aunque la actividad permanece dentro del perímetro del parque, los expertos advierten sobre riesgos asociados como caída de ceniza, fragmentos volcánicos, exposición al dióxido de azufre y desprendimientos de roca. El fenómeno ha generado también la formación de “vog”, neblina volcánica que puede afectar la salud respiratoria de personas sensibles.
Kilauea no sólo erupciona: recuerda que la Tierra está viva. Y en cada fuente de lava, cada columna de ceniza, cada imagen que circula en redes, se revela la fuerza de un planeta que no pide permiso para transformarse.

