Mientras millones de mexicanos sobreviven con lo mínimo, los altos mandos del partido que prometió gobernar “por el bien de todos, primero los pobres” exhiben una obscena abundancia de lujos, propiedades y privilegios. El New York Times lo dejó claro en su portada: los funcionarios del partido gobernante en México viven como millonarios, mientras el país se hunde en desigualdad.

El hijo del expresidente, Andy López Beltrán, aparece rodeado de viajes internacionales, empresas privadas y privilegios que contradicen el discurso de austeridad. Adán Augusto López Hernández, coordinador de senadores, recibió más de 4 millones de dólares en ingresos privados en dos años, justificándolo con herencias y rentas. Ricardo Monreal, Mario Delgado y Gerardo Fernández Noroña completan el desfile de contradicciones: cenas en restaurantes de lujo en Europa, hospedajes en hoteles exclusivos y propiedades que no cuadran con sus salarios públicos.

Fernández Noroña, quien alguna vez citó a Karl Marx y negó tener riquezas, ahora posee una casa valuada en 12 millones de pesos y dos vehículos. Su respuesta ante el escándalo: “Yo no tengo obligación de ser austero”. Una frase que resume el descaro con el que se conducen quienes deberían representar a los más desfavorecidos.

La presidenta Claudia Sheinbaum, en un intento por contener el daño, repitió la frase de su antecesor: “No puede haber gobierno rico con pueblo pobre”. Pero el pueblo ya juzga, y lo hace con indignación. Aunque muchos siguen agradeciendo los apoyos sociales, no pueden ignorar el contraste brutal entre la pobreza extrema en regiones como la sierra de Chiapas y el estilo de vida de quienes se dicen sus representantes.

Una investigación publicada esta semana por The New York Times ha encendido el debate sobre la congruencia entre el discurso oficial de Morena —el partido en el poder en México— y el estilo de vida de algunos de sus funcionarios. El reportaje, firmado por el periodista James Wagner, revela que varios miembros del partido han acumulado propiedades de alto valor, realizan viajes frecuentes al extranjero y exhiben signos de riqueza que contrastan con la narrativa de defensa de los pobres que ha caracterizado al movimiento desde su fundación.

El artículo cita documentos públicos, testimonios y análisis de expertos que apuntan a un patrón de enriquecimiento entre ciertos funcionarios, algunos de los cuales han ocupado cargos clave en el gabinete federal y gobiernos estatales. Aunque no se mencionan delitos específicos, el reportaje plantea preguntas sobre la transparencia, la rendición de cuentas y la ética pública.

Morena, fundado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, ha basado gran parte de su legitimidad en la promesa de combatir la corrupción y gobernar con austeridad. Sin embargo, las revelaciones del NYT podrían debilitar esa narrativa, especialmente en un contexto preelectoral rumbo a 2027.

Hasta el momento, ni el partido ni los funcionarios señalados han emitido respuestas oficiales. En redes sociales, simpatizantes y críticos del gobierno han expresado opiniones divididas: algunos exigen investigaciones formales, mientras otros acusan al medio estadounidense de intentar influir en la política mexicana.

La nota del NYT no solo pone en entredicho la coherencia interna de Morena, sino que también plantea una pregunta de fondo: ¿puede un partido que se dice del pueblo permitirse líderes que viven como élite?

El cinismo ha dejado de ser una sospecha: hoy es portada internacional.