El estrés parental se ha convertido en un fenómeno cada vez más visible en la sociedad contemporánea, especialmente entre madres y padres que enfrentan múltiples responsabilidades laborales, económicas y emocionales, además del cuidado y la educación de sus hijas e hijos. Así lo señaló Brenda Mendoza González, investigadora de la Facultad de Ciencias de la Conducta de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx), quien advirtió que esta condición puede afectar gravemente la dinámica familiar si no se atiende de manera oportuna.
La especialista, Doctora en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, explicó que el estrés parental se caracteriza por sentimientos persistentes de angustia, tensión, frustración y agotamiento ante las demandas de la crianza. “Es una reacción natural cuando las exigencias superan los recursos emocionales y físicos de madres y padres. Sin embargo, cuando se prolonga, puede mermar la capacidad para responder de manera adecuada a las necesidades de los hijos”, puntualizó.
Según Mendoza González, este tipo de estrés no solo repercute en la salud mental y física de los adultos cuidadores, sino que también tiene consecuencias directas en el desarrollo emocional de niñas y niños. “Estos sentimientos negativos pueden transmitirse a los hijos, dificultando la comunicación, generando distanciamiento afectivo y aumentando los conflictos cotidianos”, explicó. Además, advirtió que una crianza ejercida bajo altos niveles de estrés tiende a ser más reactiva y menos afectiva, lo que puede afectar la autoestima y el bienestar de los menores.
Ante este panorama, la investigadora subrayó la urgencia de implementar estrategias de afrontamiento que permitan reducir los niveles de tensión en el hogar. Entre las principales recomendaciones, destacó la práctica del autocuidado por parte de los adultos. “Existe una idea errónea de que ser buen padre o madre significa sacrificarse por completo. Por el contrario, cuidar de uno mismo es indispensable para cuidar de los demás”, señaló.
Dormir adecuadamente, realizar actividad física moderada y dedicar al menos 20 minutos al día a actividades personales como leer, caminar, escuchar música o simplemente descansar, son acciones que contribuyen al bienestar emocional. “Estos espacios personales ayudan a recuperar energía y mejorar el estado de ánimo, impactando positivamente en la convivencia familiar”, añadió.
Otro aspecto que consideró fundamental es fortalecer el apoyo mutuo en la pareja. Compartir responsabilidades del hogar y de la crianza, así como establecer una comunicación basada en el respeto y la empatía, son pilares esenciales para disminuir la carga emocional y prevenir el desgaste parental. “La crianza no debe recaer en una sola persona. Dialogar, planificar y cooperar evita conflictos y fortalece los vínculos afectivos”, indicó.
Mendoza González también recomendó involucrar a hijas e hijos en la construcción de rutinas diarias, ya que estas brindan estructura y seguridad emocional. Mencionó como ejemplo las rutinas para ir a dormir, que deben incluir tiempos específicos para cenar, cepillarse los dientes, desconectarse de dispositivos electrónicos y descansar adecuadamente. “Dormir no es un proceso automático; requiere tiempo y hábitos consistentes. La constancia es clave”, apuntó.
Sin embargo, advirtió sobre prácticas que deben evitarse bajo cualquier circunstancia, como el uso de violencia verbal o física, los regaños constantes durante momentos de convivencia o imponer expectativas irreales sobre el desempeño académico o conductual de los hijos. “La perfección no existe. Presionar a niñas y niños solo genera ansiedad y temor, deteriorando los vínculos familiares”, afirmó.
Finalmente, la investigadora invitó a las familias a crear espacios de calidad para convivir sin distracciones laborales o tecnológicas. Juegos de mesa, lecturas compartidas o simplemente conversar sobre el día son actividades que fortalecen la confianza y la comunicación.
Además, subrayó la importancia de solicitar orientación profesional cuando la situación lo amerite. “Buscar ayuda no es señal de debilidad, sino de responsabilidad. La salud emocional debe atenderse con el mismo compromiso que la salud física”, expresó. Recomendó acudir a especialistas certificados y apoyarse en información basada en evidencia científica.
“Cuidarse también es parte de cuidar a los demás”, concluyó Mendoza González, reforzando el llamado a construir hogares emocionalmente sanos y resilientes, donde la crianza sea una experiencia compartida y amorosa, lejos de la presión y el desgaste.

