Chile vive un momento histórico en sus elecciones presidenciales y parlamentarias: por primera vez desde el retorno a la democracia, el voto no es solo un derecho, sino un deber legal. Desde 2022 se reinstauró la obligatoriedad del sufragio, y en los comicios actuales se estima que 5 millones de personas que antes no acudían a las urnas deberán hacerlo, elevando la participación a niveles inéditos. Esta medida ha generado un intenso debate social y político sobre sus implicaciones y sobre cómo impacta en la calidad de la democracia.

Un cambio que divide opiniones

Habitantes del país han expresado posturas encontradas. Para algunos, el voto obligatorio fortalece la legitimidad del sistema democrático y asegura que las decisiones reflejen la voluntad de la mayoría. Sin embargo, otros lo ven como una imposición que no resuelve el problema de fondo: la desafección política. Según encuestas citadas por Cooperativa, más de la mitad de los consultados afirma que “da lo mismo quién gobierne, igual tengo que salir a trabajar”, lo que evidencia un electorado cansado y desconfiado de las instituciones.

Impacto en la participación y en el mapa político

Expertos señalan que la obligatoriedad del voto podría duplicar la participación electoral, pasando del 47% registrado en 2021 a cerca del 85% en 2025. Esto incorpora a millones de ciudadanos despolitizados y desmotivados, lo que introduce un nivel de incertidumbre sin precedentes. Analistas como Kenneth Bunker advierten que este nuevo electorado tiende a priorizar temas pragmáticos como seguridad, economía y migración, más que ideologías, lo que podría favorecer a candidaturas de derecha y centroderecha.

Además, el voto obligatorio se combina con la inscripción automática, lo que amplía el padrón a 15,8 millones de personas, incluyendo 880 mil extranjeros residentes, un factor que añade complejidad al escenario electoral. Según medios como El País, este grupo está compuesto principalmente por jóvenes y sectores populares que antes se mantenían al margen del proceso político.

Argumentos a favor y en contra

Quienes defienden la medida sostienen que el voto obligatorio reduce el elitismo electoral, aumenta la representatividad y fortalece la democracia. Estudios citados por Fundación Piensa indican que la sola prescripción de obligatoriedad puede incrementar la participación en un 15%, y hasta un 28% si se aplican sanciones efectivas.

Por otro lado, las críticas apuntan a que obligar a votar no garantiza un electorado informado ni comprometido. Columnistas como Verónica Franco advierten que muchas personas acudirán a las urnas “solo porque la ley lo exige”, en un contexto de desconfianza hacia las instituciones y fatiga electoral tras múltiples procesos en los últimos años.

Un debate abierto sobre la democracia

La reinstauración del voto obligatorio en Chile responde a la caída sostenida en la participación registrada durante la etapa de voto voluntario (2012-2021), cuando apenas la mitad del padrón acudía a las urnas. Sin embargo, el desafío ahora es mayor: ¿cómo convertir esta obligación en una oportunidad para revitalizar la democracia y recuperar la confianza ciudadana? Como señalan analistas, el verdadero reto no es solo aumentar la participación, sino lograr que los electores se sientan parte activa de las decisiones que definen el futuro del país.