Donald Trump desató una tormenta política y militar al anunciar un bloqueo naval total contra los buques petroleros venezolanos, en lo que calificó como la “mayor operación marítima en la historia de Sudamérica”. El presidente estadounidense afirmó que Venezuela está “rodeada por la Armada más grande jamás reunida” y advirtió que la presión aumentará hasta que Caracas “devuelva a Estados Unidos todo el petróleo, las tierras y otros activos que nos robaron previamente”.
La declaración, difundida en su red Truth Social, mezcla acusaciones de narcoterrorismo con reclamos energéticos, señalando que el gobierno de Nicolás Maduro financia “crimen organizado, trata de personas y asesinatos” con recursos petroleros. Trump designó al régimen venezolano como “Organización Terrorista Extranjera”, abriendo la puerta a acciones militares directas bajo el marco legal estadounidense.
Medios como CNN, The New York Times y Bloomberg advierten que la orden implica un riesgo sin precedentes: un bloqueo naval es considerado por el derecho internacional como un acto de guerra. Analistas señalan que la estrategia busca asfixiar económicamente a Venezuela y forzar un cambio de régimen, mientras revive la Doctrina Monroe en pleno siglo XXI. Organizaciones pacifistas calificaron la medida como “piratería moderna” y denunciaron que la narrativa de narcoterrorismo es una coartada para apropiarse del petróleo venezolano.
El impacto global no tardó en sentirse: los precios del crudo subieron y las navieras activaron protocolos de riesgo ante la posibilidad de enfrentamientos en aguas internacionales. Rusia y China condenaron la decisión, advirtiendo que la militarización del Caribe amenaza la estabilidad regional y la seguridad energética mundial. Caracas respondió con firmeza: “La dignidad de esta patria no se negocia ni se amilana ante nadie”, y anunció que denunciará la agresión ante la ONU.
Trump, por su parte, insiste en que “el impacto será como nunca antes lo han visto”, mientras el mundo observa cómo el Caribe deja de ser zona de paz para convertirse en un tablero de guerra entre petróleo, poder y soberanía.

